Tras reflexionar sobre el vídeo “La
voz de los estudiantes”, y sobre los diferentes aspectos que se hablaron en
clase acerca de cómo actúa nuestro sistema educativo, he llegado a la siguiente
conclusión:
En el mundo actual, a diario, solemos
escuchar a través de la televisión, radio o Internet noticias como: “Un grupo
de científicos de la Universidad de Harvard ha descubierto una nueva vacuna
para el cáncer” o “En Japón ya se ha inventado el nuevo iPhone 6000”; es decir,
cada día, en alguna parte del planeta, se descubre algo nuevo que produce una
revolución en el mundo entero, y supone un progreso en la ciencia o en la
tecnología. A diferencia de hace unos cincuenta años, actualmente, el mundo
cambia y evoluciona muy deprisa, y no se necesita una gran cantidad de tiempo
para que esto ocurra. Con esto quiero decir que, la esfera económica, cultural
y social, han dado un vuelco respecto hace cincuenta años y, sin embargo, hay
algo que ha permanecido intacto: el sistema educativo.
El sistema educativo actual, surgió
en la época de la Revolución Industrial, acorde con las necesidades que el
mundo laboral demandaba en aquel momento. Exigía unas personas cualificadas y
acostumbradas a realizar la misma tarea una y otra vez, ya que en las fábricas
tendrían que trabajar en las cadenas de montaje (en las cuales una misma
actividad se repite continuamente). Por este motivo, en las escuelas se
enseñaba a los niños mediante la repetición de las lecciones o ejercicios. Este
modelo de enseñanza puede que estuviese muy bien para encontrar trabajo en
aquella época; el problema es que ha perdurado en la actualidad y ha quedado
desfasado en una sociedad movida por la creatividad y la innovación, en lugar
de personas prácticas y sumisas.
De este modo, nuestro sistema
educativo actual es anacrónico, es decir, no se adapta a las necesidades del
mundo contemporáneo. Ya no vivimos en una sociedad industrial basada en la
producción, sino en una sociedad de información, tecnología y ciencia. Por
tanto, el primer reto que deberíamos plantearnos todos para comenzar a cambiar
la educación, es luchar para modificar
esa idea compartida por la mayoría de la sociedad; según la cual se cree que la
finalidad de la educación no es más que educar con vistas de que, en un futuro,
los niños puedan conseguir un empleo lo mejor remunerado posible. Probablemente,
este fin de la educación esté más difundido porque los organismos políticos tienen
interés en que así sea. Con esto quiero decir que, si consiguen formar personas
sumisas, con carencia de pensamiento crítico y propio, y cuyo objetivo sea tan
solo conseguir un buen empleo; ellos se beneficiarán manteniendo su poder y
aumentando su nivel económico.
Asimismo, este pensamiento da lugar,
tal y como hemos hablado en clase, a la saturación
de las capacidades de los niños. Con la actual crisis y su tremenda
repercusión en el mundo laboral, cada vez con mayor frecuencia, los padres
apuntan a sus hijos a diversas actividades extraescolares; con la intención de
que sean más competentes y tengan mayor facilidad para encontrar trabajo en un
futuro. De este modo, el día a día de los niños queda completamente
planificado: van a clase hasta las cinco, se toman un batido y un bocadillo, a
las seis van a clase de natación hasta las ocho, llegan a casa, hacen sus
deberes, cenan y a dormir. Al día siguiente: salen de clase, meriendan, van a
clase de refuerzo de matemáticas o clase de alemán y chino, vuelven a casa,
hacen sus deberes, cenan y a dormir; y así sucesivamente. De esta forma,
provoca en los niños agobio, estrés y desmotivación; como niños que son,
necesitan tener tiempo desocupado para salir al parque a jugar libremente,
relacionarse con los demás niños, descubrir por sí solos, etc.
Tal y como he dicho anteriormente, el
mundo actual evoluciona muy deprisa, y debemos adaptarnos continuamente a los
repentinos cambios. No obstante, nos están educando para un futuro incierto,
cuyo pronóstico es variable e impreciso:
“Me preparan para un trabajo que no existe”. Por este motivo, el sistema
educativo debe actualizarse, adaptarse a los cambios, e incorporar innovaciones
en cuanto a técnicas y métodos de enseñanza. Sin embargo, el sistema educativo
actual de España, todavía no ha sido capaz de incorporar las innovaciones en el
proceso de enseñanza-aprendizaje como una forma alternativa para mejorar la
comprensión, para fomentar el aprendizaje en grupo, para conseguir la
participación activa de todo el alumnado, para que cada uno desarrolle la
aptitud que más le guste y, sobre todo, para conseguir motivar a los alumnos y
el disfrute aprendiendo.
De este modo, las innovaciones tan
solo aparecen en las leyes educativas como parte del currículo oculto del que
los alumnos no serán examinados, pero al cual se debe dedicar por ley un tiempo
real de las clases. Así, los profesores más tradicionales conciben estas
innovaciones como horas perdidas de clase, cuando el tiempo del que disponen
para dar todo el contenido es muy limitado, lo que les llevará a tener que
pensar alternativas para recuperar esas clases como resumir ellos los apuntes,
posponer los exámenes... Por este motivo, muchos
docentes prefieren seguir el libro de texto y los métodos tradicionales que son
más seguros y cómodos (cierre personal).
Además, las innovaciones pueden dar
lugar al doble currículum, puesto que, dependiendo del profesor, se dará más
importancia a los exámenes o a la parte oculta del currículum. Sí es verdad que
existen numerosos docentes dispuestos a innovar en los métodos de
enseñanza-aprendizaje, con frecuencia suelen ser los que llevan menos años en
la profesión; sin embargo muchos otros querrán limitarse simplemente al libro
de texto y no complicarse. Todo ello causa en los alumnos una enorme confusión y en vez de ayudarles,
les distrae y dificulta su comprensión. Tampoco se puede caer en el error de
que innovar se reduzca a introducir las
nuevas tecnologías en el aula (eso es modernidad, no innovación), ya que, desde
el punto de vista pedagógico, no producen una innovación si cumplen la misma
función que podría cumplir antes un libro. Por ello, no consiste solo en
saber manejar un ordenador, sino en pensar una propuesta metodológica donde
pueda introducir esa nueva tecnología para que funcione como un instrumento que
permita fomentar el análisis crítico de los alumnos a la hora de seleccionar la
abundante información que nos ofrece, para crear un blog online en el que cada
uno podrá dar sus opiniones o ideas, etc.
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